CEC 668-677, 769: la tribulación final y la venida de Cristo en gloria
CEC 451, 671, 1130, 1403, 2817: “¡Ven, Señor Jesús!”
CEC 35: Dios dona a los hombres la gracia para poder aceptar la revelación y acoger al Mesías
CEC 827, 1431, 2677, 2839: reconocer que todos somos pecadores
TEXTO BIBLICO
DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO
AÑO B
¡Si rasgaras el cielo y descendieras!
Lectura del libro de Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2-7
¡Tú, Señor, eres nuestro padre,
«nuestro Redentor» es tu Nombre desde siempre!
¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos
y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte?
¡Vuelve, por amor a tus servidores
y a las tribus de tu herencia!
¡Si rasgaras el cielo y descendieras,
las montañas se disolverían delante de ti!.
Cuando hiciste portentos inesperados,
que nadie había escuchado jamás,
ningún oído oyó, ningún ojo vio
a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas
por los que esperan en Él.
Tú vas al encuentro de los que practican la justicia
y se acuerdan de tus caminos.
Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado,
desde siempre fuimos rebeldes contra ti.
Nos hemos convertido en una cosa impura,
toda nuestra justicia es como un trapo sucio.
Nos hemos marchitado como el follaje
y nuestras culpas nos arrastran como el viento.
No hay nadie que invoque tu Nombre,
nadie que despierte para aferrarse a ti,
porque Tú nos ocultaste tu rostro
y nos pusiste a merced de nuestras culpas.
Pero Tú, Señor, eres nuestro padre,
nosotros somos la arcilla, y Tú, nuestro alfarero:
¡todos somos la obra de tus manos!.
Palabra de Dios.
SALMO 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19
R. Restáuranos, Señor del universo.
Escucha, Pastor de Israel,
Tú que tienes el trono sobre los querubines,
reafirma tu poder
y ven a salvarnos. R.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,
observa desde el cielo y mira:
ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano,
el retoño que Tú hiciste vigoroso. R.
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha,
al hombre que Tú fortaleciste,
y nunca nos apartaremos de ti:
devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre. R.
Esperamos la revelación de nuestro Señor Jesucristo.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1-3-9
Hermanos:
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que Él les ha concedido en Cristo Jesús. En efecto, ustedes han sido colmados en Él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento, en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes. Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia. Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y Él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Palabra de Dios.
ALELUIA Sal 84, 8
Aleluia.
¡Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación!
Aleluia.
EVANGELIO
Estén prevenidos,
porque no saben cuando llegará el dueño de casa
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos. 13, 33-37
Jesús dijo a sus discípulos:
«Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!».
Palabra del Señor.
PERMANECEMOS EN EL TEXTO
¿Por qué hay que tener cuidado y estar prevenidos?
¿Con qué se compara nuestra situación hata la vuelta del Señor?
¿Quién debe cuidar la casa? ¿Qué deben hacer los servidores hasta que el hombre vuelva de viaje? ¿Quién debe permanecer en vela?
¿Cuándo llega el dueño de casa?
CLAVES DE LECTURA
a) Clave de lectura:
“¡Vigilad!” Esta es la palabra clave en el corto pasaje que la Iglesia reserva para la liturgia del primer domingo de Adviento. Vigilar, estar atentos, esperar al dueño de la casa que debe regresar, no adormilarse, es esto lo que Jesús pide a todo cristiano. Estos cuatro versículos del evangelio de San Marcos forman parte del discurso escatológico del capítulo trece. Este capítulo nos habla de la ruina del Templo y de la ciudad de Jerusalén. Jesús aprovecha la ocasión por una observación que le hace un discípulo: “¡Maestro, mira qué piedras y qué construcción! (Mc 13, 1). Jesús, por eso, aclara las ideas: “¿Véis estas grandes construcciones? No quedará piedra sobre piedra, que no sea demolida” (Mc 13,2). El Templo, signo tangible de la presencia de Dios en medio de su pueblo elegido, Jerusalén, la ciudad “bien unida y compacta” adonde “suben junta las tribus del Señor, para alabar el nombre del Señor” (Salmo 122,4), todo esto, signo seguro de la promesa hecha a David, signo de la alianza, todo esto irá a la ruina... es sólo un signo de algo que sucederá en el futuro. Los discípulos llenos de curiosidad piden al Señor sentado en el monte de los Olivos, de frente al Templo: “Dinos, ¿cuándo acaecerá eso y cuál será el signo de que todas estas cosas están por cumplirse? (Mc 13,4). A esta pregunta, usando el estilo apocalíptico judaico inspirado en el profeta Daniel, Jesús se limita sólo a anunciar las señales premonitoras (falsos cristos y falsos profetas que con engaño anunciarán la venida inminente del tiempo, persecuciones, señales en las potencias del cielo. cf: Mc 13, 5-32), “en cuanto al día y a la hora, ninguno los conoce, ni siquiera los ángeles del cielo, y ni siquiera el Hijo, sino sólo el Padre” (Mc 13,32).
De aquí se comprende la importancia de la espera vigilante y atenta a los signos de los tiempos que nos ayudan a acoger la venida del “dueño de la casa” (Mc 13,35). Cuando venga él, todo desaparecerá, “ el poder de los siervos” (Mc 13,34), incluso los signos que nos ayudan a recordar su benevolencia (templo, Jerusalén, casa). Los “siervos” y el “portero” (Mc 13,34) a la llegada del dueño no mirarán ya a los signos, sino que se complacerán en el mismo dueño: “He aquí que llega el Esposo, salidle al encuentro” (Mt 25,6 + Mc 2,19-20).
A menudo Jesús pedía a los suyos que vigilasen. En el huerto de los Olivos, en la tarde del jueves, antes de la pasión, el Señor dice a Pedro, Santiago y Juan: “ Quedaos aquí y vigilad conmigo” (Mc 14, 34; Mt 26,38). La vigilancia nos ayuda a no caer en la tentación (Mt 26,41) y a permanecer despiertos. En el huerto de los Olivos los discípulos duermen porque la carne es débil aunque el espíritu está pronto (Mc 14, 38). Quien se duerme va a la ruina, como Sansón que se deja adormecer, perdiendo así la fuerza, don del Señor (Jue 16, 19). Se necesita estar siempre despiertos y no adormilarse, sino vigilar y orar para no ser engañados, acercándose así a la propia perdición (Mc 13,22 + Jn 1,6). Por eso “despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará” (Ef 5,14).
Fuente: ocarm.org
RECURSO AUDIVISUAL
Mc 13, 33-37. Comienza un nuevo año litúrgico. Nos preparamos para la llegada de Jesús, debemos estar preparados, por eso se nos hace una llamada a estar en vela, vigilantes. Pero Dios no nos pide que esperemos sentados a que su hijo llegue para salvar la humanidad, nos pide que la espera sea activa, que salgamos al encuentro.
Empieza una nueva oportunidad para cambiar nuestra mirada, descubrir la luz de Jesús y de Dios Padre y Madre a nuestro alrededor y comenzar a caminar, a salir al encuentro de los demás.
Acojamos la luz de Jesús poniendo más amor y más compromiso en nuestra vida.
El Equipo Eucaristía y la Editorial Verbo Divino promueven "Quiero ver": una presentación diferente para cada domingo y festividades del año. https://verbodivino.es/Recursos/Video...
Hacemos silencio.... Nos preguntamos... ¿QUÉ ESPERA EL SEÑOR DE NOSOTROS?
¿Cómo vivimos el Adviento? ¿Vivimos despiertos? ¿Vivimos conscientes de que nuestra meta es el encuentro con Cristo? ¿Cómo se nota?¿O nos instalamos en este mundo?
¿Soy consciente de que cualquier hora puede ser mi última?
¿Cómo esperamos al Señor? ¿Angustiados? ¿Pasivos?
¿Cumple cada uno de nosotros con su tarea encomendada?
LO QUE NOS ENSEÑA LA IGLESIA (PAPA, OBISPO Y PARROCO) (PENDIENTE DE ACTUALIZACIÓN)