CALENDARIO Y REFERENCIAS
CEC 557-560: la entrada de Jesús en Jerusalén
CEC 602-618: la Pasión de Cristo
CEC 2816: el señorío de Cristo proviene de su Muerte y Resurrección
CEC 654, 1067-1068, 1085, 1362: el Misterio Pascual y la Liturgia
TEXTO BIBLICO
EN LA PROCESIÓN DE RAMOS
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 28-40
Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo desatan?", respondan: "El Señor lo necesita."»
Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?»
Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita.»
Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino.
Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían:
«¡Bendito sea el Rey que viene
en nombre del Señor!
¡Paz en el cielo
y gloria en las alturas!»
Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron:
«Maestro, reprende a tus discípulos.»
Pero él respondió:
«Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras.»
Palabra del Señor.
MISA
La misa de este domingo incluye tres lecturas, cuya proclamación mucho se recomienda, a no ser que razones pastorales aconsejen lo contrario.
Teniendo en cuenta la importancia de la lectura de la pasión del Señor, está permitido al sacerdote, en vista de las necesidades de cada comunidad, elegir una sola de las lecturas que preceden al Evangelio, o leer únicamente la historia de la Pasión, también en forma abreviada, si fuera necesario. Esto vale exclusivamente para las misas celebradas con el pueblo.
No retiré mi rostro cuando me ultrajaban,
pero sé muy bien que no seré defraudado
Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado
una lengua de discípulo,
para que yo sepa reconfortar al fatigado
con una palabra de aliento.
Cada mañana, Él despierta mi oído
para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído
y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban
y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba;
no retiré mi rostro
cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda:
por eso, no quedé confundido;
por eso, endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto.» R.
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies
Yo puedo contar todos mis huesos R.
Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero Tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.» R.
Se anonadó a sí mismo. Por eso, Dios lo exaltó
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
«Jesucristo es el Señor.»
Palabra de Dios
VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Flp 2, 8-9
Cristo se humilló por nosotros
hasta aceptar por obediencia la muerte,
y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.
EVANGELIO
En los lugares en que pareciere oportuno, durante la lectura de la Pasión, se pueden incorporar aclamaciones.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 7. 14-23, 56
He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes
antes de mi Pasión
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 66a; 23, 1b-49
No encuentro en este hombre ningún motivo de condena
C. Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Y comenzaron a acusarlo, diciendo:
S. «Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías.»
C. Pilato lo interrogó, diciendo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
+ «Tú lo dices»
C. Le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud:
S. «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena.»
C. Pero ellos insistían:
S. «Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí.»
C. Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.
Herodes y sus guardias lo trataron con desprecio
C. Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.
Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.
Pilato entregó a Jesús al arbitrio de ellos
C. Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo:
S. «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.»
C. Pero la multitud comenzó a gritar:
S. «¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!»
C. A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!»
C. Por tercera vez les dijo:
S. «¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.»
C. Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
C. Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:
+ «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?»
C. Con Él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
C. Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.
Éste es el rey de los judíos
C. El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían:
S. «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!»
C. También los soldados se burlaban de Él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían:
S. «Si eres el rey de los judíos, ísálvate a ti mismo!»
C. Sobre su cabeza había una inscripción: «Éste es el rey de los judíos.»
Hoy estarás conmigo en el Paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo.»
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino.»
C. Él le respondió:
+ «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó:
+ «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.»
C. Y diciendo esto, expiró.
Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.
C. Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando:
S. «Realmente este hombre era un justo.»
C. Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.
Palabra del Señor.
PERMANECEMOS EN EL TEXTO
¿Qué sensación prevalece en mí: descanso como fin de la fatiga, admiración por Jesús, dolor por su dolor, alegría por la salvación obtenida, o qué otra cosa?
Vuelvo a leer el texto, poniendo atención en cómo han actuado los distintos “poderosos”: sacerdotes, escribas y fariseos, Pilato, Herodes. ¿Qué pienso de ellos? ¿Cómo creo que hubiera podido pensar, actuar, hablar y decidir yo en su lugar?
Leo otra vez la Pasión: pongo atención, esta vez, en cómo han actuado los “pequeños”: discípulos, gente, los particulares, mujeres, soldados y otros. ¿Qué pienso de ellos? ¿Cómo creo que hubiera actuado, pensado y hablado yo en su lugar?
Finalmente, repaso mi modo de actuar en la vida diaria. ¿A cuál de los personajes, principales o secundarios, logro asemejarme? ¿A cuál, sin embargo, desearía asemejarme más?
CLAVES DE LECTURA
Clave para la lectura:
Contexto litúrgico: la antigua tradición de proclamar el Evangelio de la Pasión y Muerte de Jesucristo el domingo anterior a la Pascua se remonta a la época en la cual las celebraciones de la Semana Santa estaban reducidas al mínimo. La finalidad de tal lectura es la de llevar a los oyentes a la contemplación del misterio de muerte que prepara la Resurrección del Señor y que es, por lo tanto, la condición por la cual el creyente ha entrado en la “vida nueva” en Cristo. El uso de hacer esta larga lectura entre varios lectores sirve, no solamente para hacer menos monótona la proclamación o para facilitar una escucha atenta, sino para hacer que la participación de los oyentes sea más emotiva, como si se quisiera transmitir la sensación que ellos están presentes y son agentes de lo que se narra.
Las dos lecturas que preceden al Evangelio de este domingo, contribuyen para dar una perspectiva interpretativa del texto: el Siervo de Yahvé es Jesús, el Cristo, Persona divina que, a través de la muerte ignominiosa que padece, llega a la gloria de Dios Padre y comunica su propia vida a los hombres que le escuchan y lo acogen.
Contexto evangélico: sabemos ya que el núcleo literario, en torno al cual se formaron los Evangelios, es el de la narración de la Pascua del Señor: Pasión, Muerte y Resurrección. Estamos, pues, frente a un texto bastante antiguo y unitario en su composición literaria, aunque se haya formado gradualmente. Su importancia es, de todos modos, capital: se narra el acontecimiento fundamental de la fe cristiana, aquél con el que cada creyente debe confrontarse y conformarse constantemente (aún cuando el texto que se ofrece en este domingo acaba en la sepultura de Jesús).
Lucas, como siempre, se nos revela narrador eficaz y detallado, atento a las detalles particulares y capaz de hacer ver al lector los sentimientos y movimientos interiores de sus personajes principales, sobre todo, de Jesús. El dolor terrible e injusto que padece se nos muestra a través del filtro de su actitud inalterable de misericordia hacia todos los hombres, aunque estos sean sus perseguidores y asesinos; algunos de ellos quedan tocados e impresionados por este modo suyo de afrontar el sufrimiento y la muerte, de tal manera que dan signos de creer en Él: el tormento de la Pasión viene suavizado con la potencia del amor divino de Jesús. En el contexto del tercer Evangelio, Jesús va solamente una vez a la Ciudad Santa: la vez decisiva para la historia humana del Cristo y para la historia de la salvación. Toda la narración evangélica lucana es como una larga preparación para los acontecimientos de aquellos últimos días, Jesús los pasa en Jerusalén predicando y haciendo gestos, a veces de tono grandioso (por ej.: la expulsión de los mercaderes del Templo, 19,45-48), otras veces, misteriosos o un poco provocadores (por ej.: la respuesta acerca del tributo debido al César, 20,19-26). No por casualidad, el evangelista concentra en estos últimos días acontecimientos y palabras que los otros sinópticos ponen en otras fases de la vida pública del Señor. Todo esto se desarrolla mientras el complot de los jefes del Pueblo se intensifica y se hace cada vez más concreto, hasta que a Judas se le ofrece una ocasión propicia e inesperada (22,2-6).
El tercer evangelista, para indicar esta última y definitiva etapa de la vida del Señor, utiliza varios términos en el curso de su obra: es una “partida” o un “éxodo” (9,31), es una “asunción” (9,51) y es un “cumplimiento” (13,32). Así pues, Lucas da a entender a sus lectores, anticipadamente, cómo interpretar la terrible y escandalosa muerte del Cristo al cual han confiado su propia vida: Él realiza un paso doloroso y difícil de entender, pero “necesario” en la economía de la salvación (9,22; 13,33; 17,35; 22,37) para llevar a buen éxito (“cumplimiento”) su itinerario hacia la gloria (Cf. 24,26; 17,25).
Tal itinerario de Jesús es paradigma de áquel que cada discípulo suyo debe llevar a cabo (Hch 14,22).
Una división del texto para ayudarnos en su lectura:
La narración de la última cena: desde 22,7 a 22,38;
La oración de Jesús en el huerto de Getsemaní: desde 22,39 a 22,46;
El arresto y el proceso hebraico: desde 22,47 a 22,71
El proceso civil delante de Pilato y Herodes: desde 23,1 a 23,25
La condena, la crucifixión y la muerte: desde 23,26 a 23,49
Los acontecimientos sucesivos a la muerte: desde 23,50 hasta 23,56.
Fuente: ocarm.org
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